Con motivo de la fiesta de San Ignacio de Loyola, el obispo Munilla ha presidido la misa en la basílica del nombre del fundador de los jesuitas. En la parte final de la homilía el obispo ha dicho lo siguiente, que he tomado de Ecclesia Digital:
"Y, por último, queridos hermanos, nuestra fe en el “Cristo total” -a la que nos venimos refiriendo en esta homilía- también incluye nuestra preocupación y corresponsabilidad con los problemas de nuestra sociedad. Un año más, le encomendamos a nuestro Santo Patrono la paz de nuestro pueblo: Pedimos con insistencia la disolución de la banda terrorista ETA y apostamos por un camino de reconciliación, que permita sanar tantas heridas abiertas.
Con alegría y esperanza hemos conocido en fechas recientes que algunos presos condenados por delitos de terrorismo, han manifestado la necesidad y la importancia de realizar una lectura crítica de la acción violenta de ETA. Una vez más, nos reafirmamos en nuestra convicción evangélica: La verdadera paz no puede nacer de los meros cálculos políticos, sino de un auténtico arrepentimiento. El arrepentimiento desinteresado es el primer paso hacia la reconciliación con las víctimas, hacia la pacificación, y hacia la normalización."
Pienso que se puede decir más alto, pero tan claro, es dificil. Este obispo que está sufriendo un calvario en la diócesis de San Sebastián con unos curas adoradores del nacionalismo vasco, más que del único y eterno Dios, no se muerde la lengua y toca el asunto de ETA en un lugar tan significativo como la basílica de Loyola, donde los historiadores ponen el origen etarra y la influencia del lugar para las conversaciones entre los bandos, bajo el paraguas de la iglesia vasca en años anteriores, cuando otros obispos alimentaban el nacionalismo radical, en vez de hacer como monseñor Munilla señalar que los cálculos políticos nunca traerán la paz a aquella tierra tan española como cualquier otro rincón de la nación española.
Con obispos así la Iglesia vasca cambiará. Deseo ver a los laicos vascos al lado de su obispo. Este camino también conduce a la paz en aquella tierra.
Tomás de la Torre Lendínez
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