Hoy acaba la JMJ en Madrid. Ningún viejo del lugar recuerda en la capital de España que se hayan juntado tantos jóvenes sanos y cristianos en sus calles y plazas. Nadie, según las crónicas locales, ha conseguido juntar en Madrid más de dos millones de jóvenes ávidos buscadores de Dios.
Porque a Dios es a quien buscan todos los peregrinos llegados desde los más variados puntos del mundo. El Papa Benedicto es el instrumento en manos del Señor para concitar y motivar una reunión tan masiva buscadora del mensaje divino.
Es una juventud que huye de la vaciedad y del nihilismo que otros les ofrecen. Es una juventud valiente y deseosa de ser dueña de su propio futuro. Es una juventud sana y libre que sabe que solamente Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida para llegar al Padre.
Cuando Benedicto XVI se marcha hoy a Roma, irá cansado lógicamente, pero se lleva en su corazón y en su alma de pastor, sucesor de Pedro, la visión y la ilusión de una juventud alegre y dispuesta a demotrar la juventud de la Iglesia, esposa de Cristo.
Ojalá los frutos espirituales personales que cada joven se lleve de Madrid, le haga ser una buena persona en sus estudios, en sus trabajos y en su familia. La Iglesia no muere a plazo fijo, como ha anunciado algún pájaro de mal aguero. La Iglesia seguirá con una juventud así hasta el final de los tiempos. Esto es lo que creo y por eso lo afirmo y lo suscribo.
Tomás de la Torre Lendínez
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