Cuando un obispo recibe el boicot diocesano de gran parte de un clero seguidor de la religión nacionalista vasca, como le está pasando a monseñor Munilla, uno se pregunta: ¿dónde están los cristianos corrientes y molientes que no salen en defensa de su obispo acorralado por unos curas sin alma de pastores?.
Conzco que aquel laicado vasco, del que salieron cientos de vocaciones sacerdotales y misioneras, ha sufrido una travesía del desierto, que aún hoy no ha terminado. Pero sigo con la pregunta: ¿no existe un puñado de valientes que se pongan al lado de monseñor Munilla contra un clero, en su mayoría al borde la jubilación y del ingreso en un geriátrico?.
Los laicos de San Sebastián deben salir a callar a un clero nacionalista y dejarlos en cueros mentales advirtiendoles como hacía San Ignacio de Antioquía en el siglo II del cristianismo: "Quien no está en comunión con su obispo, está dando culto al diablo". Al diablo del nacionalismo vasco.
Animo a esos laicos de las parroquias donostiarras a que se mojen y salgan de su comodidad para buscar la unidad de la Iglesia de San Sebastián en torno al actual obispo monseñor Munilla, sucesor de los apóstoles, por mucho que les moleste a unos curas ebrios de nacionalismo y de una hipocresía propia de los fariseos del tiempo de Cristo, a quien le prepararon y conspiraron para matarle en la Cruz.
Claro que al tercer día resucitó de entre los muertos. Monseñor Munilla recibirá con el paso del tiempo su premio a la constancia de abrazar la cruz: la cruz de recristianizar una bella tierra y unos excelentes vecinos que no tienen culpa de tener que aguantar a un clero ayuno de oración, sacrificio y sentido de comunión con la Iglesia de Cristo.
Tomás de la Torre Lendínez
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