La Navidad de las personas solas, metidos en sus pisos vacíos y fríos, es larga, triste, angustiosa. La persona sola se pasa horas sin hablar con nadie. La persona sola termina hablando sola. La persona sola acaba abominando de su soledad inexplicable.
La Navidad de las personas solas es el final de muchos ancianos, enfermos e impedidos.
La sociedad bullanguera no oye el silencio sonoro de la soledad de sus semejantes.
El ruido ensordecedor impide escuchar el gemido de los que viven y están solos.
Menos mal, que el Niño que nace en Belén da calor y sentido pleno a la vida de todos: los acompañados o los solitarios.
Feliz Navidad a todos, amigos lectores.
Tomás de la Torre Lendínez
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